México, hacia la fractura.

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La idea respecto al Presidente, de si está bien de sus facultades mentales, empieza a cobrar sentido a estas alturas de su Gobierno.

La situación es tal, que desde el manejo de las políticas públicas, todas sin resultados que coloquen la balanza en pesos productivos, están afectando duramente al país.
Doce millones de desempleados, 75 mil muertos por COVID-19 de posibles 250 mil, mas 60 mil muertos por la Narco violencia, sin olvidar el quiebre de casi un millón de empresas, dice mucho de lo que está haciendo.

Desde aquí, toma forma la atrofia mental que las masas opositoras acusan, pues el Presidente finge una demencia que recae en lo increíble dadas las condiciones del país, y más allá, dentro de este escenario, que se preocupe más por su figura que por las problemáticas que están matando a los mexicanos.

Grupos opositores como FRENAA exigen su renuncia, su destitución inmediata, cuyos pronunciamientos, validados por la Constitución, son enfrentados por masas populares afines al Presidente reaciamente, y cumpliendo parámetros que ponen en evidencia, una estrategia de contención desde el Gobierno, una manipulación para neutralizar los reclamos.

Al Presidente no le gusta que su investidura sea comprometida por la crítica, porque se siente un Benito Juárez, o un Francisco I. Madero, de lo cual, todos aquellos críticos y opositores vienen a ser la representación actual de la Decena Trágica.

Por ello, esa paranoia, todo ese tiempo desperdiciado en guerrear contra los medios críticos y agentes de la Libre Expresión, en lugar de informar cómo está procediendo su Gobierno.

Dado a que estas anomalías mentales desbordan, sus estrategas no tienen mas recursos que dar fuerza a su figura mediante la inyección forzada de ideologías que se encaminan directo a la confrontación entre sociedades, que ya registra los primeros brotes de violencia.

El Presidente es apoyado principalmente por una parte de la sociedad con una educación y cultura muy delimitada, que no les permite pensar por sí mismos, y que en este ideal, de que «el PRIAN nos robó 100 años», solapan con fe ciega todas sus corruptelas.

Desde aquí, y en la demencia de López Obrador, el país se encamina hacia la ruptura, hacia la confrontación, porque el hecho de que una mayoría en ignorancia, que avala todo lo que a él se le ocurre sin someterlo a juicio, – carajo, sin percibir que nos estamos dividiendo – sumerge a México en un vicio con un destino triste.

El fin de 104 fideicomisos cuyo capital no proviene del presupuesto, y que por consecuencia, el Estado Mexicano no tenía derecho a tocarlo, alertó a las masas pensantes por dos cuestiones:

1.- La #4taTransformacion va a hacer lo que se les pegue la gana con aval de las masas populares.

2.- Demuestra que la administración del Presidente es una «burrada» en la que no se justifica el gasto de más de la mitad del Presupuesto que serían 3 o 4 billones. Vaya, no tener a estas alturas dinero, y terminar quitándolo a fideicomisos como el FONDEN, – que extrañamente solo cuenta con 6 mil millones de 150 mil millones que tenía al inicio del sexenio- que no dependen de los recursos públicos, porque ya no tienes de dónde sacar para cerrar el ejercicio fiscal, pues deja en duda el trabajo administrativo del Presidente.

Como teorea, esta situación de los fideicomisos, principalmente del FONDEN, que ya no cuenta con recursos, y que disponen el reclamo de quienes entienden de números, ha elevado protestas de la sociedad.

Ante el evidente mal manejo de los recursos públicos, expuestos públicamente, la afectación de la figura mesiánica de López Obrador toma forma.

Pero una parte de la sociedad ha salido a defenderlo, sin cuestionar, sin echar números, sin siquiera recibir un beneficio de su Gobierno, y no solo eso, han arremetido con insultos, agresiones de todo tipo contra todo aquel que lo critique, al grado de que solo queda ya una opción.

O tendrán que pasar encima de esas muchedumbres necias, o vendrá la separación del país.

Las dos fórmulas tienen un efecto negativo; la ruptura de México es inevitable, pero al Presidente parece no importarle.